jueves, 26 de noviembre de 2009

El dia de reposo

Pensamiento:
Mantener el dia de reposo es más que descansar físicamente. Incluye la renovación espiritual y la adoración... Esta necesidad de regeneración física, espiritual y mental se consigue sobretodo al observar el día de reposo.

(James E. Faust, “El día del Señor” Ensign, Nov 1991, 33)

Canción:

"Con reverencia” Canciones para los niños pag 10.

Escritura:

“Pero recuerda que en éste, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tos sacramentos al Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor.”

DyC 59:12

Lección:

A veces los domingos nos concentramos en las cosas que no debemos, en lugar de centrarnos en las cosas que SÍ podemos hacer. Debemos recordar que el día de reposo se estableció para nuestro beneficio, para que las personas descansen de sus obras, hacer la obra del Señor y acercarnos más a Él.

Dividid a la familia en grupos y ved cuál trae más ideas de las cosas que son aceptables para hacerlas en el día de reposo. Después de diez minutos, que cada grupo comparta sus ideas.

Tras compartirlas, tal vez deses compartir las siguientes ideas que otras familias han aportado.

  1. Leer las escrituras, revistas de la iglesia y otros libros edificantes.

  2. Cantar música de la iglesia.

  3. Ver fotos o videos familiares.

  4. Planear actividades familiares.

  5. Dar regalos, o pasar tiempo con los enfermos.

  6. Preparar las clases de la iglesia y cumplir con otras asignaciones de la iglesia.

  7. Escribir en el diario personal o llevar una historia familiar.

  8. Escribir o visitar a familiares y amigos.

  9. Escribir a los misioneros.

  10. Hacer una noche de hogar, o una charla sobre el evangelio.

  11. Leer con los niños.

  12. Compilar historia familiar.

  13. Visitar enfermos, ancianos o gente que está sola.

  14. Tener entrevistas con los miembros de la familia.

  15. Asistir a las reuniones dominicales.

  16. Dar bendiciones de padre.

  17. Hacer las visitas de orientación familiar o maestras visitantes.

  18. Visitar los alrededores del templo.

  19. Contar historias inspiradoras.

  20. Jugar a juegos tranquilos y edificantes como familia.

(Max H. Molgard y Allan K. Burgess. “Lo mejor de divertirse en la noche de hogar. [Salt Lake City: Deseret Book, 2003], p.63)


Historia:

El Privilegio más Grande

(Marilyn McMeen Miller)

Cuando era una jovencita en la escuela dominical, no me daba cuenta de la importancia de mantener el día de reposo santo o sobre tener en cuenta las responsabilidades que mi familia había aceptado cuando nos hicimos miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Me encantó ir al templo a sellarme con mis padres, y me gustaba la primaria, pero no me gustaban las reuniones largas y tener que hacer discursos, ayunar y pagar diezmos.

Cuando mi hermano nació vivíamos en una comunidad que no era mormona cerca de las afueras de Denver, Colorado. Nuestra casa de tres plantas, de clase media estaba en un lugar bastante inusual, no muy lejos de dos niveles sociales opuestos: las chavolas al norte y las mansiones de los adinerados al otro lado del parque.

Estaba tan dispuesta para hacerme amiga de los niños ricos que vivían en aquellas casas tan bonitas al otro lado del parque que no podía pensar en otra cosa. Cuando una niña pequeña de esas casas me invitó a pasar un domingo en su casa, para que sus padres nos pudieran llevar al rancho a montar a caballo, me puse loca de contenta. Ni siquiera pensé en que me perdería las reuniones dominicales. Me decepcionó mucho cuando mi madre me recordó que había prometido llevar “the sacrament gem” (no sé lo que es ^_^) a la escuela dominical aquella mañana.

¿Por qué tenía que ir a la capilla? ¿Porqué tenía que llevar el “sacrament gem”? ¿Por qué ninguno de mis amigos iba a la iglesia, o pagaba diezmos, ayunaba o daba discursos? Antes de ser miembros de la iglesia podíamos hacer lo que quisieramos. No me gustaban las restricciones que se me habían impuesto ahora.

Mi madre era sabia y bondadosa, y simplemente dijo: “Tú no quieres perderte la capilla, ¿verdad? Es uno de los privilegios más grandes que tienes.”

Yo no lo veía así, pero cuando llamé a mi amiga, me dijo que irían al rancho todas los domingos por la tarde. Si no tenía nada que hacer podría pasarme cualquier otro domingo.

Durante la semana siguiente mi hermanito nació y mi madre se puso muy enferma. Estuvo ingresada en el hospital, al borde de la muerte por muchos días.

Por las noches, yo y mis dos hermanas nos reuníamos en el porche de mi casa para ver el crepúsculo, pasear, y escuchar los sonidos de cientos de coches, esperando a que mi padre llegara a casa. Cuando llegaba, su cara siempre se veía preocupada. Siempre escuchabamos aguantando la respiración su informe sobre el estado de mama. Siempre era lo mismo: crítico.

El siguiente domingo por la tarde llegó. Dudosa me puse las botas y los vaqueros y miré al otro lado del parque desde mi ventana a que mi padre llegara del hospital. Finalmente lo vi caminar lentamente a través del cesped de nuestra casa.


“¿Cómo está mama?” susurré demasiado asustada para preguntar.

Mi padre no respondió durante un momento. “Si el Padre Celestial se la lleva...” Dijo lentamente, “debemos tener fe de que es la decisión adecuada.”

“¿Se irá mama lejos para nunca volver?” Preguntó mi hermana.

Mi padre tomó a mi hermana en brazos y dijo: “Tu madre nunca se marchará para no volver. Por eso somos afortunados de ser santos de los ultimos días. Fuimos sellados como familia en un templo y eso significa que mama siempre estará con nosotros. Ella se irá a visitar al Padre Celestial por un tiempo, pero todos nosotros siempre estaremos juntos.” En aquel momento pude ver cómo las lágrimas comenzaban a aparecer en sus ojos. “Somos muy bendecidos por el Padre Celestial y tenemos el privilegio de pertenecer a su iglesia.”

En aquel momento recordé los ojos de mi madre y su tierna sonrisa. Entonces me pareció escuchar sus palabras: “Tú no quieres perderte la capilla, ¿verdad? Es uno de los mayores privilegios que tienes.”

Corrí escaleras arriba y me quité las botas y los vaqueros y me puse la ropa de domingo.Aquella tarde, mientras tomaba la Santa Cena, hice una oración silenciosa de gracias al Padre Celestial por estar allí, y por tener el privilegio de tomar la Santa Cena, por tener el privilegio de ser miembro de la iglesia y poder estar con mi familia para siempre.

Nunca había orado tan fervientemente en mi vida como lo hice aquella semana. Noche tras noche me arrodillaba junto a mi estrecha cama y hablaba con el Padre Celestial, y le prometía que iría a las reuniones sacramentales y pagaría el diezmo. Le prometí que trataría ser una buena Santo de los Últimos Días, si Él dejaba que mi madre viviese.

Fuimos bendecidos y la vida de mi madre fue preservada, pero yo fui doblemente bendecida, porque tambien descubrí lo afortunada que era por ser miembro de la iglesia y tener el privilegio de asistir a la iglesia.

(Leon R. Hartshorn, Remarkable Stories from the Lives of Latter-day Saint Women, vol 2)

Actividad:

Haz una copia para cada miembro de la familia del Plan Dominical. Habla sobre las elecciones que necesitas hacer para guardar el día de reposo.

(Shauna Mooney Kawasaki, I will follow God's Plan for Me. [Salt Lake City: Deseret Book, 2004], p. 51.)

Receta

Bocadillos de huevos

Ingredientes:

8 huevos duros (hervidos), grandes, enfriados y pelados

1/3 taza de mayonesa

1/3 taza de yogurt natural (sin sabor ni azúcar; puede ser versión sin grasa)

1 cucharadita de té de pimienta

Sal a gusto

Pan blanco de miga (o de molde); también se puede hacer con pan integral de molde

Opcional (versión para grandes): 3 cucharadas de pepinillos curtidos (en conserva), picados

1 cucharada de cebolla picada

Preparación:

En un recipiente mediano, desmenuzar o machacar los huevos. Agregar la mayonesa, el yogurt, además de sal y pimienta a gusto. Mezclar bien. Si se desea (especialmente si los comensales son adultos), agregar los pepinillos curtidos picados y la cebolla.

Esparcir la pasta de huevo sobre el pan de miga y tapar con otro trozo de pan para hacer el sándwich o emparedado. Cortar los bordes con cuchillo filoso y si se desea, cortar el sándwich en triángulos. Se puede refrigerar por unas horas antes de servir, siempre y cuando se tapen los emparedados con un paño húmedo para que no se reseque el pan.

La mezcla por sí sola se puede guardar refrigerada hasta un día. Debería rendir dos tazas y media, que sirve para máximo 4 emparedados (se puede duplicar o triplicar las cantidades si se aumenta en igual proporción la cantidad de ingredientes). Una vez preparado el sándwich, debe consumirse en el día.

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